Wywiad z prof. dr hab. Piotrem Jaroszyńskim zamieszczony w: Inalde Business School Universidad de la Sabana, Colombia
El Dr. Piotr Jaroszynski, profesor de la Universidad Católica de Lublin Juan Pablo II, estuvo de visita en INALDE, compartiendo con profesores y directivos un almuerzo-tertulia sobre ‘Business en el contexto global: ¿ética universal o relativismo cultural?’. Revista INALDE, aprovechando esta, su primera visita a Latinoamérica, quiso conversar con él sobre varios temas que aquí compartimos de manera sintetizada.
En Latinoamérica, particularmente en Colombia, nos enorgullecemos de ser católicos, pero, paradójicamente, somos uno de los países con más desigualdades sociales. ¿Por qué se da este fenómeno?
Para muchos, el catolicismo puede significar estar bautizado por el ritual de esta religión y, en ese sentido, existen muchos países católicos, como Colombia o Polonia. Pero el catolicismo también significa la posesión de una cultura que se puede adquirir en diferentes círculos sociales: en la familia, en la escuela y la universidad y, por supuesto, a través de los medios de comunicación.
Por eso, si estos centros o círculos sociales no forman católicamente, tendremos católicos bautizados más no con un modo de vida católico. De ahí el papel crucial que juegan los colegios y universidades católicas; porque la familia inicia la dirección del desarrollo de la persona, pero estos lo continúan y fortalecen.
Ahora, los medios de comunicación imponen modelos muchas veces inconvenientes. Pero si el hombre dispone de una formación sólida, puede distinguir entre buenos y malos modelos, y rechazar estos últimos.
En el plano de la economía, y en el sentido católico, la justicia no equivale a igualdad sino a equidad, y esta se relaciona con el hecho de que diferentes personas y círculos sociales poseen diferentes niveles de vida. Si queremos igualar a todos a la fuerza, entonces tendremos un socialismo, en el que al final se reparte la pobreza entre todos.
Para encontrar el camino católico del desarrollo económico debemos, por una parte, velar porque el Estado garantice los derechos básicos a la vida, a la familia y a la educación; y, de otra parte, asegurar que las capas de la sociedad con más recursos económicos tengan cuenta su deber moral de apoyar a los que gozan de menos privilegios, pero no desmoralizándolos con entrega de dádivas. Se trata es de facilitar el aumento del bienestar a través del trabajo participativo de cada uno.
Acaba de mencionar un tema importante y es el papel de los medios de comunicación en la sociedad actual. De hecho, usted colabora con uno en Polonia, Radio María y Televisión Trwam. ¿Cómo influyen estos medios masivos en el arraigamiento del relativismo cultural?
Los medios de comunicación masiva tienen gran influencia, pero esta también depende del tipo de medio y del público al que llega. Para mí, por ejemplo, el medio de comunicación más inteligente puede ser la prensa o la radio, porque te hacen pensar de una u otra manera a través de la palabra; mientras que el que más embrutece es la televisión, dado que la imagen y la luz predomina todo el tiempo y, a continuación, hace que el hemisferio cerebral izquierdo, responsable de pensar, se apague.
El primer problema que se puede asociar a los medios masivos es que el hombre toma el mundo que estos presentan como si fuera un mundo real y no se esfuerza por verificar las informaciones recibidas.
El segundo es la afectación de la dimensión familiar. Sobre todo la televisión, destruye o afecta la vida familiar, porque priva a los miembros de las conversaciones, del dialogo, y de la vida en común.
Y el tercero es que los medios de comunicación ocupan el tiempo que se podría destinar a un desarrollo activo intelectual, como por ejemplo la lectura de buenos libros o la exploración y aprovechamiento de la naturaleza.
Según esas condiciones culturales actuales, tan alejadas del deber ser, ¿se podría pensar en un futuro un poco pesimista para los países en general?
No es una visión pesimista, sino realista la que planteo, porque nosotros mismos permitimos, libremente, que los medios de comunicación nos quiten la riqueza de nuestra vida. No sabemos unirnos como católicos, por ejemplo, para tener nuestros propios medios que garanticen un programa más rico y valioso que el ofrecido por los medios liberales socialistas.
En ese orden de ideas, ¿cuál debe ser el papel de los grandes directivos, en ese importante cometido de enderezar un poco el camino de esta realidad?
El error de los negocios es que se convierten en el fin el mismo. El fin del business es ampliar el business. Y el business, en su esencia, es solo un medio para una finalidad, que debe ser la cultura en sus múltiples abanicos.
Aquí vemos una gran diferencia con respecto a los regímenes de antes. En la época de la aristocracia, por ejemplo, los negocios y la cultura se unían. Aún así, la cultura permaneció, y los negocios desaparecieron.
Actualmente, por el contrario, domina la llamada oligarquía, donde mucha gente posee suficientes medios económicos, pero estos no corresponden con su nivel cultural. Y la carencia de cultura conduce a la crisis, tanto de la civilización como de la economía, porque la economía sin niveles superiores se vuelve banal.
Por último, ¿este fenómeno que usted describe puede ser el responsable de la crisis que actualmente estamos viviendo?
Hoy en día, Europa occidental es el claro espejo de un exagerado crecimiento de la cultura de consumo, con unas raíces existenciales cortadas, donde se rechaza tanto a Dios como a la familia.
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